Cuando era pequeño, mi padre me hablaba de una calle que había en Jerez. Decía que todo el que nacía allí, nacía artista. El que no cantaba o bailaba, tocaba la guitarra, y el que no, era palmero. También me decía que en el Angostillo de aquella calle había una Iglesia, y que de ella salía un Cristo. Para los gitanos de aquel barrio, el día que el Cristo estaba en la calle era el día más grande del año.
Curiosamente todos los años, el miercoles Santo, me tenía que quedar con mi abuela porque mis padres iban a un velatorio. Al día siguiente, cuando me recogían, me daban una estampita de un Cristo. Entonces yo caía en la cuenta de que mis padres no habían estado en un velatorio, y me ponía a llorar porque no me habían querido llevar a ver a ese Cristo del que tanto hablaban. Para que no llorara, me llevaban a ver las Cofradías que salían en la tarde del Jueves Santo Jerezano. Cada vez que yo veía a un Cristo, le preguntaba a mi padre que si el Cristo de los gitanos era igual que el que estaba viendo y él me decía que no, que esa Hermandad era diferente a todo lo que hubiera en el mundo y que cuando fuera mayor me llevaría a verla.
Aún recuerdo el primer miércoles Santo que me llevaron a Jerez. Tendría unos 8 años, y estaba cansado porque era muy tarde y aún no había visto lo que en verdad había ido a ver. Estaba medio adormilado, sentado en una ventana de la calle Tornería, en plena plaza del Clavo. Allí fue donde lo vi, delante del olivo más impresionante que existiera en el mundo y empujado por dos sayones horrendos, allí estaba él, con su cara morena que tanto dolor refleja, con sus manos amarradas que tanto amor desprenden y con su andar valiente pese a saber que iba directo a su muerte. Él era Jesús, el hombre que se dejó apresar aún sabiendo que era inocente. El hombre que dio su vida para salvarnos las nuestras.
Después de eso, lo que me faltaba, era ver aquello que vi en Tornería, pero en el barrio gitano. Fue sacarme el carné del coche con 18 años y hacerlo. El miércoles Santo de 2009, a las 7 de la tarde, estaba yo en la puerta del Asilito esperando para ver aquello que llevaba 18 años esperando. Cuando por aquella puerta salió aquel Paso, yo note como el Cristo y el barrio se fundían en uno solo. Se convirtió en el Prendimiento de Santiago. Aquel día, lo acompañe todo el camino y viví una de las experiencias más bonitas de mi vida.
Esta noche el Prendimiento me ha prendido del todo. Hasta el último palo he tenido que esperar para que Martín me igualara. Pero en ningún momento llegué a perder la esperanza, como tampoco la voy a perder hasta que sepa con seguridad si el miercoles Santo de 2012 trabajaré para el Señor Prendío. Mientras tanto, solo me queda rezarle a su Santa Madre para que le hable de mí, y para que le diga todos los días que no hay nadie que tenga más ganas de darlo todo por él.
Curiosamente todos los años, el miercoles Santo, me tenía que quedar con mi abuela porque mis padres iban a un velatorio. Al día siguiente, cuando me recogían, me daban una estampita de un Cristo. Entonces yo caía en la cuenta de que mis padres no habían estado en un velatorio, y me ponía a llorar porque no me habían querido llevar a ver a ese Cristo del que tanto hablaban. Para que no llorara, me llevaban a ver las Cofradías que salían en la tarde del Jueves Santo Jerezano. Cada vez que yo veía a un Cristo, le preguntaba a mi padre que si el Cristo de los gitanos era igual que el que estaba viendo y él me decía que no, que esa Hermandad era diferente a todo lo que hubiera en el mundo y que cuando fuera mayor me llevaría a verla.
Aún recuerdo el primer miércoles Santo que me llevaron a Jerez. Tendría unos 8 años, y estaba cansado porque era muy tarde y aún no había visto lo que en verdad había ido a ver. Estaba medio adormilado, sentado en una ventana de la calle Tornería, en plena plaza del Clavo. Allí fue donde lo vi, delante del olivo más impresionante que existiera en el mundo y empujado por dos sayones horrendos, allí estaba él, con su cara morena que tanto dolor refleja, con sus manos amarradas que tanto amor desprenden y con su andar valiente pese a saber que iba directo a su muerte. Él era Jesús, el hombre que se dejó apresar aún sabiendo que era inocente. El hombre que dio su vida para salvarnos las nuestras.
Después de eso, lo que me faltaba, era ver aquello que vi en Tornería, pero en el barrio gitano. Fue sacarme el carné del coche con 18 años y hacerlo. El miércoles Santo de 2009, a las 7 de la tarde, estaba yo en la puerta del Asilito esperando para ver aquello que llevaba 18 años esperando. Cuando por aquella puerta salió aquel Paso, yo note como el Cristo y el barrio se fundían en uno solo. Se convirtió en el Prendimiento de Santiago. Aquel día, lo acompañe todo el camino y viví una de las experiencias más bonitas de mi vida.
Esta noche el Prendimiento me ha prendido del todo. Hasta el último palo he tenido que esperar para que Martín me igualara. Pero en ningún momento llegué a perder la esperanza, como tampoco la voy a perder hasta que sepa con seguridad si el miercoles Santo de 2012 trabajaré para el Señor Prendío. Mientras tanto, solo me queda rezarle a su Santa Madre para que le hable de mí, y para que le diga todos los días que no hay nadie que tenga más ganas de darlo todo por él.
te as lucio con el articulo me ha emocionado muxo :D
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